Volver, y no con la frente marchita o las sienes plateadas por el paso del tiempo, como cantaba Gardel. Volver. Pasa casi una década de la primera vez que me subí al escenario del Teatro Español. Fue en 2009, con Lluvia, un espectáculo en el que me dejaba arrastrar a ese lugar en el que la imaginación habita. Y, aunque El Español no fue el punto de partida, el escenario de su estreno, el recuerdo de aquella experiencia única e inolvidable me ha acompañado todos estos años.
Fue un momento muy mágico y maravilloso. Si no hay nada que esté muerto en el Universo, si la energía no se destruye, tan solo se transforma, y somos memoria viva, bailar en El Español fue conectar con la historia. Conectar con una parte muy importante de la historia teatral de este país y también con la de un antiguo corral de comedias que, a lo largo de más de 400 años, se ha convertido en uno de los principales referentes escénicos de nuestro territorio, con un equipo humano que hace que el trabajo sea muy fácil.
El Español es todo eso, pero, dado que el arte se retroalimenta de la emoción, hay que resaltar de este teatro que tiene la medida justa para sentir al público muy cerca, y eso nos permite compartir sentimientos y sensaciones. Regreso con el corazón y con la mente a aquel año 2009 y recuerdo con muchísimo cariño la complicidad con el público: el dejarse llevar, el sentir, el disfrutar… Venir sin prejuicios a ver danza en un teatro de repertorio.
Ha pasado bastante tiempo desde Lluvia, casi una década, y, a escasos días de que el telón se levante de nuevo, esta vez, para poner en escena un espectáculo que supuso un punto de inflexión en mi carrera, Apariencias, la ilusión que me provoca volver a El Español sigue intacta. Regreso con las expectativas muy altas. No para disfrutar de la misma manera que la primera vez, sino para hacerlo todavía más y de una forma distinta, porque el espectáculo es diferente y también yo misma.
La mujer que subirá el 30 de mayo al escenario del Teatro Español es una Eva Yerbabuena que sigue disfrutando a la hora de crear, pero tiene menos miedos, más compromiso con ella misma (como persona) y con el arte (como artista); más madurez y experiencias. Disfruto con más seguridad de lo que significa y ha significado para mí el flamenco. Sin pretensiones, porque nunca he pretendido nada. Mi única ambición es que la gente disfrute y sienta con mi trabajo; que pueda llevarse un momento de reflexión a casa.
Por eso, hay que ver Apariencias. En primer lugar, por su calidad musical, coreográfica y estética, que creo que no se debería perder nadie. Y, sobre todo, por el tema que aborda: qué se puede llegar a considerar que es más o menos bueno para el flamenco y qué influencias tienen las apariencias en el arte y en la vida, en general.
Del 30 de mayo al 3 de junio os espero en mi regreso a El Español.