Como el ciclo de la vida, en el que todo lo que nace, muere, pero no se diluye, sino que se transforma, en un flujo permanente en el que el día se alimenta de la noche y lo masculino, de lo femenino, y viceversa, así es Cuentos de Azúcar. Un espectáculo cargado de simbolismo que, tras meses de intenso trabajo, estrenaremos este viernes en el Festival Grec de Barcelona, con una segunda función el sábado, 28.
Lo he apuntado ya en alguna entrevista. Cuentos de Azúcar, el montaje que suena desde el título a dulce, a leyendas y tradiciones, surge con un disco que me regaló la cantante japonesa Anna Sato. Su voz, bella y armoniosa, interpretando los cantos tradicionales de Amami, despertó en mí una paz interior como nunca había sentido. Fue el principio de un viaje de varios miles de kilómetros en el que descubrimos que el abismo cultural que parece separar a Oriente y Occidente es solo un espejismo. Debajo de mitos y leyendas, lo que late es un mismo afán, universalmente humano, por entender el apasionante misterio de la vida.
Escuchar, ver, sentir. En Amami, me dejé llevar y, una vez de vuelta en España, el proceso de creación comenzó con un vaciado de mí misma. Se trataba de parir todas las emociones (muchas de ellas desconocidas) que habían despertado en mí la estancia en Amami y las historias que configuran el acervo cultural de sus gentes -isleños de mar y tierra-, y resultó que la forma de esas emociones era circular. Como la vida misma. Como la escenografía, sobria, dual y cargada de simbología y magnetismo que María de la Cámara y Gabriel Paré (Cube.bz) han ideado para Cuentos de Azúcar, y que rematan el vestuario de ensueño diseñado por López de Santos y los zapatos artesanos de Begoña Cervera.
Dos círculos y un único color, el negro (en un juego mate/brillo), dominando todo el espacio, resuelven una escenografía en la que lo absoluto convive con la insoportable levedad del ser, que diría Milan Kundera. Después de tanto tiempo evitando el círculo sobre el escenario sin saber a ciencia cierta por qué, Cuentos de Azúcar es, más que un antes y un después en mi carrera, un “ahora mismo”. Es una lección que me ha descubierto cosas de mí misma que ni siquiera imaginaba. Es algo tan gozoso que estoy deseando compartirlo.