La diosa blanca
Yerbabuena baila mucho en esta obra. Una obra que es una celebración vital, de ahí la inclusión de estilos festeros, las mencionadas alegrías y los tangos donde también se perciben elementos de la cultura popular japonesa, del ritual nupcial. Porque la obra es solemne, no podía ser de otra manera tratándose de Japón, pero al mismo tiempo reposada, íntima, serena, con el ritmo de los ciclos vitales. Por eso me gustó mucho la falseta y los marcajes de las alegrías donde el frenesí habitual del baile de Yerbabuena se serenó hasta hacerse íntimo, naif, casi vegetal.
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«Eva Yerbabuena, bajo la dirección de la intuición»
Cuentos de azúcar no sólo ha descubierto a la bailaora una cultura que desconocía, además, le ha obligado a moverse de otra manera. “Allí está todo en torno al círculo, es muy curioso, hasta las copas de los árboles, es tremendo. Lo que hay en los templos, espejos que simbolizan el sol, dios, cómo se sientan en familia, el canto y los bailes…”, explica. Esto le hizo pedir, para la escenografía, un gran círculo en el suelo del que no sale prácticamente en toda la obra.
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